martes, 13 de septiembre de 2011

Ruta turística por Córdoba (Argentina), trabajo y cena

Después de mi "frugal" comida, tomé un helado para rebajar. Ya se sabe... el mito de que el helado rebaja una comilona... Y después me embarqué en una ruta turística por la ciudad. Eso sí, como casi no me podía mover, decidí coger el autobús turístico, que tardaba una hora y media, costaba 40 pesos (8€ más o menos) y me lo había recomendado todo el mundo, desde la chica de la oficina de turismo hasta el recepcionista del hotel.
Lo primero que hay que destacar es el autobús en sí. Un modelo antiguo traído de EEUU, según nos contó la guía, y que merecía una fotografía que olvidé sacar (a ver si mañana lo veo y enmiendo el error).
La ruta, a nivel global, merece un 7,5. El precio no es caro, pero se paga la incomodidad de tan vetusto transporte. La ruta está bien, es bonita, pero Córdoba no es Madrid, ni Barcelona, ni Valencia... Así que, aunque lo que se ve es bonito, son todo fachadas de casonas y palacetes, que son muy bonitos, pero poco más.
Palacio de Justicia de Córdoba.
Sin duda, lo más destacable, la iglesia de los Capuchinos (mirad qué fachada). Por supuesto, cuando terminó la ruta, me fui andando a adentrarme en ella.
Vista de la Iglesia de los Capuchinos desde el autobús turístico.
Su interior me sorprendió, no por inesperado, porque seguía el estilo marcado por el exterior (policromía, gótico, luces coloridas...), sino que me sorprendió porque yo creo que no he visto nada así nunca. Altas bóvedas de crucería llenas de colores, grandes vidrieras laterales repletas de colores que eran la única luz que llenaba la estancia, figuras de santos y vírgenes muy al estilo sudamericano (espero que entendáis esta expresión)...
Interior de la Iglesia de los Capuchinos.
De lo que más me sorprendió es que, a los dos lados del altar mayor, había una escalinata que subía a una pequeña capilla que había tras el altar desde donde se podía ver toda la estancia de la iglesia. Esa capilla tenía una iluminación sobrecogedora. Seis grandes vidrieras que iban desde el suelo hasta el alto techo hacía que la luz del sol pareciese naranja a esas horas del día (las 5 de la tarde en Argentina) y el espectáculo no era descriptible. Hice alguna foto, pero, aunque la cámara del iPhone es buena, no da para tanto.
Altar mayor de la Iglesia de los Capuchinos.
Tras mi visita a los Capuchinos, decidí volver al hotel porque estaba realmente cansado. Pensé en echar una siestecilla hasta las 8 de la tarde, hora en la que aquí se cena, pero temía quedarme dormido hasta el día siguiente, así que abrí el ordenador, llamé a casa (bendito Skype...), me puse a contestar correos y... ¡sorpresa! Uno de los correos tenía trabajo para mí (qué raro...). Me puse con ello y cuando terminé me marché a cenar fuera.
Pregunté en la recepción del hotel. El chico no era el mismo que el de esta mañana, pero su recomendación sí. "He estado allí a medio día y estaba todo muy bueno, pero querría cambiar de sitio esta noche", le dije. Entonces me recomendó otro, más moderno, más variado y muy cerca del hotel. "Perfecto", pensé.
Llegué a la Mandarina (así se llama el lugar) y pedí una cerveza y la carta. "¿De qué tamaño quiere la cerveza?", me preguntó el chico. "Mediana, ni grande ni pequeña", contesté. Pero no coló. "No, señor, grande o pequeña", dijo él. "Pues grande entonces", respondí (¿alguien lo dudaba? Ya se sabe, burro grande ande o no...). Pero cuando el chico apareció con una Heineken de un litro le pedí, por favor, que me trajese una pequeña, porque no me veía con energía suficiente. Después pedí una lasaña, muy buena, por cierto y decidí dar un paseo para buscar un helado. Ah, se me olvidaba, lasaña, pan y cerveza, 50 pesos, unos 10 €, no está mal.
Lasaña, pan, queso rallado y cerveza en la Mandarina.
Tras el helado y el paseo por la Plaza del General San Martín, donde está la catedral de Córdoba dedicada a la Virgen de la Asunción, volví al hotel con ganas de meterme pronto en la cama, pero una peliculita tumbado... es un placer irresitible. "Lobo", fue la elegida (sólo tengo otra más, así que tampoco había mucho donde escoger). Después, a dormir y mañana será otro día.
Vista nocturna de la Catedral de Córdoba desde la Plaza San Martín.


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